Una vez me contaron que la única tentación del tiempo era pararse.
Un beso eterno, una caricia infinita, una mirada que jamás se apagara o el eco de una voz que jamás se extinguirá.
Tan sólo una vez me contaron que el tiempo nos envidia porque nosotros somos capaces de congelar instantes paralelos al tiempo o al frío del olvido.
Desde entonces, creo que estoy locamente enamorada del tiempo y sus posibilidades.