Frente la Luna llena

Abrí mi ventana, como casi todas las noches, y lo dejé pasar de nuevo, esta vez sin aquella sensación dentro de mi estómago, esta vez sin ese amor que antaño lo llenaba todo.

El frio de la noche se acentuó en cuanto posó sus fríos labios sobre los míos. Ese beso, ese insignificante beso me supo tan amargo como el vinagre, y me dolió tanto como un disparo en el mismo corazón.

No podía ni siquiera mirarle a los ojos, el dolor me vencía. ¿Cómo podía haberme hecho esto a mí? A mí, que todo se lo había dado, mi vida, mi alma, mi corazón…

Luché contra las lágrimas que amenazaban salir de mis ojos, y tragué saliva para devolver a mi interior todo ese dolor que me acechaba.

-¿Qué te pasa? ¿No estás lista para irte hoy? ¿Quieres esperar a mañana?- Su susurro retumbo en mis oídos como si del más fuerte de los gritos se tratase, desgarrando mi alma otra vez.

No podía demorarlo más, debía volver a sumergirme en aquellos ojos de los que desde la primera vez que los vi, me enamoré loca y ciegamente.

Fue peor de lo que yo esperaba, cuando nuestras miradas se encontraron pude ver claramente todas su mentiras y engaños, todo aquello que amenazaba con destruirme en aquel instante.

No era capaz de articular palabra, ni siquiera era capaz de apartar sus dulces y traicioneras caricias, así que me deje llevar entre sus brazos a mi cama.

Él era mi sol, mi luna, mis estrellas… Todo, absolutamente todo en mi absurda y triste existencia. Y ahora que sabía la cruda realidad, ahora que ya sabía que todo mi mundo se había derrumbado, yo sabía que para mí ya no quedaba nada, nada, absolutamente nada. ¿Cómo había sido capaz de hacerme aquello? Era imposible…

-¿Has llorado?- Aquella pregunta volvió a desquebrajar mi corazón, produciendo una nueva oleada de dolor, proveniente de lo más hondo de mi alma, su existencia.
¿Es que tan poco se fijaba en mi rostro? ¿Es que tan solo tenía ojos para mi cuerpo?

No pude soportarlo más, todo se me echó encima. Me levanté bruscamente de su regazo y de mis ojos comenzaron a desbordarse frías lágrimas.

-¿Cómo has podido? ¿Qué pensabas hacer conmigo cuando escapáramos? ¿Crees que no tengo bastante con mi… problema?

Sus ojos no mostraron sorpresa, y mi mirada de odio se acentuó.

-¿Cómo lo sabes?- Aquellas palabras destrozaron los pedazos de lo que quedaba de mi frágil corazón. Era cierto. Yo ya lo sabía, pero esperaba que él se defendiera, que él hiciera algo para negarlo, que volviera a estrecharme entre sus brazos y volviera a regalarme la luna con sus besos, sus caricias.

-¿De verdad importa? No. Eso no importa. Lo que si importa es que se que todo era una triste mentira, que me has roto el corazón, que nada tiene sentido, eso importa.

-No lo entiendes…- Sus ojos estaban clavados en los míos. La verdad es que fui algo estúpida al pensar que se sentiría arrepentido.

-Tú no me quieres.- No era una pregunta.

-No.- Reafirmó.

-Vete.- Le ordené, con el corazón ya muerto del todo, pues ya no le quedaban fuerzas para seguir.

-Deja que te lo explique.- insistió.

-¿Qué me expliques qué? Yo creo que no hay nada que explicar.- Mi voz se rompía un poco más a cada palabra que decía, a cada segundo que pasaba. Mi rostro anegado de lágrimas era incapaz de tomar ninguna expresión reconocible.- Me has engañado, te has tirado a media ciudad mientras me prometías una nueva vida, ya está.

-Es sencillo ¿Verdad?- No podía ser, no podía estar sonriendo, no en ese momento.- Cuando te vi, supe que acabarías en mi cama, pero me contaste lo que te hacía tu padre y…- Mi llanto creció en cuanto recordé con asco aquella fría noche… intenté disimular una arcada.- y no pude dejarte sola, ya está.

-Oh, qué buena persona.- No sabía de donde estaba sacando aquella energía para seguir hablando, supongo que llevaba tiempo guardándola muy dentro de mí, en ese rincón en el que los falsos besos de ese traidor ni los duros golpes de mi padre habían logrado destrozar.

Y así, sin decir nada, abandonó mi habitación por donde había venido, no sin antes dedicarme una media sonrisa, como de compasión.

-¡No soy nada para que me tengas lástima, hijo de puta!- Aquel chillido acabó con todo lo que tenía dentro, todo lo que quedaba.

Me asomé por la ventana de mi cuarto, en el primer piso. Observé la grandiosidad de la luna llena que entonces brillaba majestuosa en el cielo. La misma luna que ese horrible día brillaba en el cielo mientras ese irreconocible ser con olor a alcohol me arrancaba la ropa, y también cuando aquel desconocido fingía amarme. En aquel astro vi reflejado todo mi dolor, y supe que para mí ya no quedaba nada, que nadie me echaría de menos, que nada quedaba que me retuviera en aquel valle de lágrimas.

Decidida, crucé los pasillos de mi pequeño piso vacío. Sabía que estaba sola, pues mi padre estaría bebiendo en algún bar de mala muerte, y mi madre había muerto hacía unos meses.

Me guiaba casi a ciegas, con los ojos llenos de frías y duras lágrimas, hasta que llegué a la cocina, donde me las sequé con la manga de la chaqueta.

Abrí suavemente el cajón y tomé un cuchillo, el primero que con mis temblorosas manos pude alcanzar.

Volví a mi ventana entre sollozos, arrastrando mi alma muerta tras de mí, como un fantasma.

Levanté el cuchillo, decidida a acabar con todo de una vez por todas, y así lo hice, observando tras un manto de lágrimas aquella silenciosa testigo de mis amargas penas, la luna llena.

Antes de cortar la frágil piel de mi muñeca, dediqué un pensamiento a ese príncipe azul que no llegó a salvarme, ese príncipe que ya nunca encontraría…Fue mejor de lo que esperaba, pues el dolor ardiente de la muñeca que derramaba sangre caliente eclipsaba parcialmente el dolor de mi alma, hasta que, en mi último suspiro, todo cesó, y mi alma fue libre, libre de todo peso o dolor, libre de cualquier sentimiento, libre de comenzar de nuevo…

-Fin-

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Desahógate. Venga, lo estás d e s e a n d o.

Mi viaje hacia el fin del mundo. todo lo dicho y visto es de alguna forma mío, R E S P E T A L O